Para evitar la extinción de dos especies de venados en Argentina, recurren a la IA
El lugar, detalla, es de tierras arcillosas, salinas y de vegetación baja, como las plantas del género Sarcocornia. Los riachos dan paso a una red fangosa con cangrejales, cortaderales y espartillares. “En la bahía de Samborombón, si querés marcar un rumbo, no podés. Es una ciénaga de barro blando. Te hundís. Hacer una transecta recta es imposible; tenés que ir esquivando los riachos”.
Hacer ciencia y cuidar la vida silvestre en ese paisaje incómodo es un asunto exigente, pero los guardaparques y científicos no hacen solos su trabajo. Desde hace años, explica Beade a WIRED en Español, la gente isleña denuncia la caza furtiva; tras años de ganar su confianza, entendieron que si veían pocos venados era porque corrían peligro y debían cuidarlos. Ahora, hay más avistamientos que antes, pero no existen cifras precisas del tamaño de su población. Caminar entre la pampa inundada para hacer un censo resulta imposible. Por eso, la estrategia es mirar desde el aire, con drones.
A 300 kilómetros de ese sitio, todavía en la provincia de Buenos Aires, vive otro cérvido nativo de Sudamérica. A diferencia del pequeño venado de las pampas, el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus) es el más grande del subcontinente y especie vulnerable en la Lista Roja de la UICN.
También solía recorrer amplias regiones de Argentina, Bolivia, Perú, Brasil, Uruguay y Paraguay; hoy sobrevive en pocos parches de humedales tropicales, ha perdido el 65% de su distribución histórica y está extinto en estado silvestre en Uruguay. La población más austral está en el Bajo Delta del río Paraná, en Argentina, y desde ahí hay que avanzar 600 kilómetros hacia el norte para hallar la siguiente población.
En esa región de Buenos Aires, los caminos anegados dificultan saber cuántos ciervos quedan. Por eso, los investigadores usan drones para monitorearlos. “Uno pensaría que encontrarlos en fotos es fácil: pesan más de cien kilos y son [de color] naranja, pero no es así”, admite el investigador Javier Pereira, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
En la Bahía de Samborombón y el Delta del Paraná hay programas para proteger cérvidos.
Junto con el equipo del Proyecto Pantano, que inició en 2014, descubrieron que rastrear ciervos con imágenes aéreas no era sencillo ni rápido. Incluso cuando tuvieron la ayuda de 600 voluntarios, demoraron 14 meses en analizar todas sus fotos. El proyecto reúne a investigadores del Conicet, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, organizaciones civiles y profesionales independientes que trabajan con las comunidades locales de una multitud de islas.
Caza, perros perdidos y paisajes rotos
Ambas especies comparten amenazas y la principal es la caza. En el delta del Paraná, donde los ciervos ocupan 2,700 kilómetros cuadrados, Pereira recuerda que décadas atrás las familias los cazaban para alimentarse. La escena actual es distinta. “Entran grupos armados a cazar para vender en los barrios más carenciados”, dice.
Campos del Tuyú, señala Beade, es una de las zonas más deshabitadas de Buenos Aires. “En toda la bahía de Samborombón, en la franja costera, no vive gente. Cada persona que va ahí con un fusil, en definitiva se cree Dios, que es dueño de quitarle la vida al que quiera”.
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