La trampa de delegar nuestras capacidades a la IA

La trampa de delegar nuestras capacidades a la IA


En esta columna ya hemos hablado sobre la diferencia entre delegar nuestro trabajo a la inteligencia artificial generativa y colaborar con ella para complementarnos y lograr mejores resultados. En esta distinción está el debate constante sobre si la inteligencia artificial (IA) nos dejará a todos sin trabajo. Parece un debate trillado, pero sigue siendo un temor latente en muchas industrias y es sin lugar a dudas un tema importante a considerar, tanto en el uso de la tecnología como en el diseño de las soluciones que construimos. Curiosamente, algunas de las compañías que están encabezando y protagonizando esta revolución tecnológica, están enviando mensajes que se inclinan más hacia la postura de “delegar”, lo cual puede tener consecuencias peligrosas.

Hace un par de semanas nos encontramos con la nueva campaña de Apple Intelligence. Con un tono cómico, uno de los comerciales muestra a Warren, un oficinista pasado de peso, con una actitud desinteresada y procrastinando en su trabajo. Es claro que al tipo no es el más capaz y las reacciones de sus compañeros dejan ver que lo consideran un tonto. Cuando le llega el momento de hacer un email de retroalimentación sobre un proyecto, escribe cualquier cosa, con un lenguaje nada profesional y con palabras inexistentes. La IA de Apple convierte este mail en un mensaje perfectamente redactado, muy profesional, que provoca una reacción de asombro por quien podemos entender que es su supervisor. El spot cierra glorificando a Warren por haber parecido muy inteligente a pesar de no serlo. La pieza sin duda logra arrancar una risa al verlo y sin duda funciona; comunica perfectamente el beneficio del producto. ¿Pero es ese el enfoque que queremos empezar a darle a las herramientas de inteligencia artificial generativa?

En su libro The Demon-Haunted World: Science as a Candle in the Dark (1995), el astrofísico Carl Sagan externaba una preocupación sobre la sociedad americana. Vislumbraba un futuro en el que sus hijos y nietos vivieran un país en donde el poder sobre la tecnología y la información estuviera en manos de unos pocos, llevando a la sociedad a un estado de oscuridad, incapaz de cuestionar la autoridad o de distinguir entre lo que es bueno o verdadero.


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El avance de la IA es innegable, pero su uso aún no es la regla entre las compañías. Analizamos este problema y sus posibles soluciones en esta entrega de PROMPTING, la columna de WIRED en Español dedicada a explorar los alcances de la inteligencia artificial.


Su reflexión es mucho más profunda que esa paráfrasis, pero Sagan menciona que esta disminución de inteligencia se volvería cada vez más evidente en el contenido de los medios masivos. Hoy realmente se puede notar una celebración de la ignorancia en mucho de lo que consumimos en el cine y televisión comercial, y el mensaje de la campaña de Apple es probablemente uno de los ejemplos más claros. En pocas palabras, nos está invitando a comportarnos como idiotas libremente, ya que podemos dejar la inteligencia —o el aparentar ser inteligentes— completamente en manos de la IA.

Sabemos que esta lectura de la campaña de Apple puede parecer un poco exagerada, entendiendo que busca simplemente entretener y comunicar la promesa de valor del producto con humor. Pero por otro lado, los comunicadores y medios probablemente deben los más cuidadosos y responsables en este momento, ya que estamos frente a herramientas tecnológicas que realmente van a transformar el mundo en muchas maneras.



Parece una sutileza, pero no es muy inteligente comunicar los avances tecnológicos como una invitación a ser menos inteligentes y de paso celebrar esta ignorancia como si fuera el objetivo del progreso tecnológico. Quizá es necesario cambiar la forma en que los humanos estamos vendiéndonos las herramientas de IA antes de que sea demasiado tarde. ¿Cuál debería ser el enfoque?

Un Renacimiento impulsado por la IA

La inteligencia artificial no debería ser un sustituto de nuestras capacidades humanas, sino un multiplicador de ellas. En su discurso en la Universidad de Bolonia, Reid Hoffman habla de un concepto que define perfectamente esta visión: Homo techne, el ser humano como creador y usuario de herramientas. Esta idea es fundamental porque, como lo explica Hoffman, no construimos herramientas únicamente para hacer nuestra vida más fácil, rápida o eficiente. Las mejores herramientas tienen el poder de hacer nuestras vidas más colaborativas, más hermosas y más significativas.

Aquí radica la gran oportunidad de la IA: usarla como un catalizador para despertar nuestra curiosidad, expandir nuestras posibilidades y elevarnos como humanidad. No se trata de pensar menos, sino de crear más. Al igual que el Renacimiento impulsó un florecimiento de arte, ciencia y humanismo, hoy estamos en una posición única para iniciar un nuevo Renacimiento, pero esta vez en el ámbito mental, donde las herramientas como la inteligencia artificial nos permitan explorar los límites de lo posible.


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La inteligencia artificial está impulsando la personalización educativa y la consulta de información en línea. De esto hablamos hoy en PROMPTING, la columna de WIRED en Español dedicada a explorar los alcances de la IA.


Hoffman destaca que la historia de la humanidad también es la historia de nuestra tecnología. Desde las primeras herramientas de piedra hasta las catedrales del Renacimiento, lo que siempre ha definido nuestro progreso es nuestra capacidad para crear algo más grande que nosotros mismos. Y ahora tenemos una herramienta que puede ayudarnos a construir las catedrales de la mente: sistemas y soluciones que no solo resuelven problemas, sino que también inspiran, conectan y enriquecen.

Como menciona Hoffman, “La belleza se crea con herramientas, y las herramientas crean belleza: esa es la historia de la elevación de la humanidad.” Este debería ser el objetivo final de la IA: no glorificar la ignorancia, sino elevar la creatividad, la colaboración y nuestra capacidad para aportar algo significativo al mundo.

La IA nos pone frente a una responsabilidad única: decidir cómo moldeamos esta tecnología para que, a su vez, esta tecnología nos moldee. El momento de actuar es ahora, no solo para aprovechar sus capacidades, sino para redefinir cómo las usamos para el bien común. Los comunicadores y los medios tenemos el enorme deber de elegir las palabras correctas. La invitación está clara: no se trata de delegar nuestra humanidad a las máquinas, sino de usar estas herramientas para construir un futuro más bello, más inteligente y más humano.



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