De cómo un padre y su hija convirtieron la IA en herramienta de juego y aprendizaje

De cómo un padre y su hija convirtieron la IA en herramienta de juego y aprendizaje


Una niña de 9 años le pide a su papá que la ayude a hacer tarjetas de cumpleaños para sus amigas. No quiere las de siempre. Quiere algo con un poema, personalizado, divertido. Massimo, su papá, abre ChatGPT, escribe un par de frases, y juntos empiezan a probar ideas. Juegan con rimas. Hacen un par de versiones. Corrigen. Ríen. La tarjeta está lista. No usaron Canva. No programaron. No delegaron el trabajo a la máquina. Colaboraron. Fue un juego. Pero también fue un nuevo tipo de alfabetización, uno en el que se aprende a pensar con IA, no solo a usarla.

Así empieza lo que hoy conocemos como Curiosity Craft, una práctica doméstica que ha evolucionado en una metodología profesional, la cual Massimo Scapini ha llevado de la sala de su casa a la sala de juntas. Massimo no es educador: es consultor, emprendedor y padre, pero su pasión, además de la familia, es la educación. Su startup anterior atendió a más de 100,000 alumnos; pero tras vivir de cerca la promesa rota del edtech —más pantallas, más gamificación, menos aprendizaje— decidió que con su hija haría las cosas de forma distinta.


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La curiosidad como motor de aprendizaje

En la entrevista que le hicimos para PROMPTING (la puedes escuchar completa en nuestro pódcast) nos contó con detalle cómo construyó Curiosity Craft. Un día creaban poemas para tarjetas, otro día una canción con IA sobre “las brujas de Salem”. Otro día diseñaban trampas para atrapar duendes, o abrían un libro de historia con 50 palabras nuevas en la primera página, y usaban ChatGPT como compañero de lectura, exploración, aprendizaje y creación. En el proceso fueron juntos descubriendo el camino para utilizar la IA, no solo para responder todo, sino para ampliar las posibilidades y capacidades. Lo que antes era inalcanzable, hoy es posible. Como dijo en la entrevista: “Las herramientas no reemplazan el aprendizaje, pero cambian el punto de entrada”.

El resultado no fue solo aumentar el interés por aprender, sino una nueva forma de entender qué significa hacerlo. Como dice Massimo, “los juegos finitos se juegan para ganar; los infinitos, para seguir jugando”. La educación tradicional está llena de juegos finitos. Pero cuando se introduce IA con intención, los niños empiezan a jugar infinitamente. No se trata de saber programar, se trata de expresar ideas con nuevas herramientas, como quien escribe o dibuja. La IA, entonces, se convierte en coautora.

Uno de los momentos claves en esta historia fue cuando su hija preparaba una canción y un video para su visita a Salem. Una imagen generada por IA mostró una hoguera donde quemaban a una de las brujas; su reacción fue inmediata: “¡Eso no ocurrió!”. Massimo le preguntó a qué se refería y ella explicó que las hogueras no ocurrieron, que las “brujas” eran condenadas a la horca o muchas más morían en prisión. Eso venía de los libros, eso no lo dijo ChatGPT, ella lo estudió. La curiosidad también requiere disciplina, esfuerzo y pensamiento crítico. Ese momento fue mágico para Massimo.

Los tres autores de esta columna —Aníbal, Javier y Garcí— también somos padres, y todos hemos hecho ejercicios parecidos con nuestros hijos. Javier escribió un libro con los suyos y lo regalaban en los cumpleaños de sus amigos. Aníbal creó un juego de mesa en familia. Garcí ha explorado proyectos narrativos colaborativos. Todos coincidimos con Massimo en algo clave: el poder de la IA no está en delegar, sino en aumentar. No reemplaza el vínculo con las personas, con los maestros o coaches, pero lo puede amplificar.

Una herramienta para construir y jugar

Curiosity Craft no es una app ni una pedagogía empaquetada. Es una actitud. Parte de una pregunta muy simple: ¿qué podemos construir juntos con esta nueva herramienta? Y funciona porque, al igual que los mejores juegos, no tiene una sola forma correcta de jugarse. Cada familia, cada equipo, cada persona puede encontrar su entrada. Pero para empezar en familia, Massimo recomienda seguir algunos de los pasos que le ayudaron a liberar la curiosidad de su hija y empezar a ver resultados increíbles:

  • Definir un dispositivo con límites claros (en su caso: un viejo iPhone con solo ChatGPT).
  • Elegir proyectos donde el niño o niña sea autor: tarjetas, canciones, historias, juegos.
  • Usar libros y fuentes primarias para verificar, comparar y aprender a cuestionar.
  • Pedirle a la IA que contradiga, que desafíe, que explique de otra forma.

Curiosity Craft es también un método para adultos. El proceso es simple: despertar, experimentar, redefinir. Se empieza con un ejercicio lúdico (como una canción sobre los miedos a la IA), se sigue con un sandbox donde probar herramientas sin consecuencias, y se termina con un mapa realista de procesos y decisiones. La IA no es magia, pero puede ser palanca si se usa con claridad, y con reglas bien diseñadas.

En un mundo lleno de polarizaciones entre tecno-optimistas y tecno-catastrofistas, Massimo propone una tercera vía. Ni prohibir ni rendirse. Diseñar. Probar. Reflexionar. Crear. Como adultos. Como padres. Como equipos.

La IA está aquí para quedarse. Nuestros hijos no conocerán un mundo sin ella. Pero pueden crecer en uno donde la tecnología no los haya criado. Donde la conversación, la imaginación y el juego sigan siendo humanos. Y donde nosotros —padres, madres, líderes, educadores— hayamos decidido aprender con ellos.



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