Esta tecnología con IA devuelve el movimiento a personas con parálisis
Alrededor de 20 millones de personas en todo el mundo viven con algún tipo de lesión de la médula espinal (LME), un daño que interrumpe parcial o totalmente la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo a través de este tubo de tejido nervioso en la columna vertebral. Según la gravedad del daño, una LME puede causar pérdida de sensibilidad, parálisis o alteraciones en el control de las funciones corporales. Si la lesión llega a ser completa, se pierde toda función motora y sensitiva por debajo del punto afectado.
Una LME puede ser el resultado de traumatismo (como lesiones por accidentes de tránsito, caídas o heridas) o de alguna enfermedad (tumores, infecciones o trastornos degenerativos). Gert-Jan Oskam ilustra el caso de una lesión de médula espinal por traumatismo, ocasionada por un accidente de ciclismo en 2011. La gravedad de la lesión fue tal que sus doctores le dijeron que nunca iba a volver a caminar. Unos años después, el trabajo de un equipo encabezado por un neurocientífico de nombre Grégoire Courtine cambiaría su vida, cuando dio sus primeros pasos con sus propias piernas y el apoyo de una tecnología médica pionera: un implante espinal que se conecta al cerebro a través de un “puente digital”.
Esta es la historia de cómo se llegó a ese punto.
Superman: la inspiración
A raíz de su gusto por el deporte, Grégoire Courtine siempre estuvo fascinado por las grandiosas hazañas del cuerpo humano, y cómo estas tienen su origen en el cerebro. “El movimiento me produce un gran placer: luchar contra la gravedad y moverme de forma dinámica», dijo Courtine en entrevista con WIRED en Español. «Un día, mientras hacía escalada en roca, un profesor de neurociencia me explicó cómo el cerebro controla nuestros músculos para realizar esos movimientos. Me pareció fascinante y decidí dedicar mi vida a la neurociencia”.
Originario de Francia, Courtine obtuvo un doctorado en Medicina experimental. En 2004, se fue a la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), donde continuó sus estudios en el laboratorio de Reggie Edgerton, el cual contaba con el respaldo financiero de la Fundación Christopher y Dana Reeve.
“Christopher Reeve fue mi héroe cuando era niño, el superhéroe por excelencia”, dijo el investigador. “Cuando quedó completamente paralizado, su historia fue una gran fuente de inspiración para mí». En UCLA, Courtine trabajó con muchos jóvenes de su edad que habían quedado paralizados. «Esa experiencia me inspiró a dedicar mi investigación a combatir la parálisis. Desde ese momento, nunca me detuve”, dijo.
Recuperar funciones motoras después una lesión de médula espinal ha sido uno de los grandes desafíos de la medicina neurológica y, hasta hace poco, se asumía que una cura era algo inalcanzable. Ante una parálisis, el único tratamiento que se podía aplicar era preparar al paciente para que se adaptara a vivir con esta afección por el resto de su vida. El doctor Courtine, sin embargo, no aceptó esta premisa, y se fue a Suiza, donde emprendió un camino que desembocaría en un dispositivo con potencial esperanzador.
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